José Alejandro Godoy
Los comicios para elegir a los cinco representantes peruanos al Parlamento Andino vienen pasando desapercibidos, a pesar de los esfuerzos de los postulantes por hacerse notar. Y hay varias razones para ello.
En una encuesta realizada por IMASEN a fines de enero, el 74.7% de los encuestados desconocía que era el Parlamento Andino y sólo el 48.3% señaló que votó antes por representantes a esta institución. Y estamos a 24 días de la segunda ocasión que participaremos en una elección como ésta.
Otro argumento que se puede esgrimir para el poco atractivo de esta elección es que, salvo honrosas excepciones, las listas para el Parlamento Andino parecen haber sido confeccionadas para que figuras que no pudieron entrar a las elecciones para el Congreso de la República mantengan cierta presencia política.
De allí que veamos a Rafael Rey, Luis Nava, Gonzalo Alegría, Hildebrando Tapia o Alex Gonzáles, entre otros personajes conocidos, colocando sus carteles por todo el país, pero sin explicar convincentemente cual será su rol en el proceso de integración andino. Ello confirma que muchos postulan para asegurar los mismos beneficios que un congresista peruano.
Debo decir, por cierto, que sólo he visto a dos candidatos con algo de interés mayor sobre esta materia. Tanto Alberto Adrianzén de Gana Perú – ex asesor de la Comunidad Andina de Naciones – como José de la Puente Radbill de Fuerza Social – ex canciller de la República – han demostrado sus conocimientos sobre el proceso de integración.
Tampoco ayuda mucho la gestión de los actuales parlamentarios andinos. Si bien sus condiciones de trabajo en Perú no fueron las mejores, algunos prefirieron más la política local – como el dos veces ministro Rafael Rey o el aprista Wilber Bendezú, involucrado más en líos partidarios – y otros optaron por el silencio.
Pero quizás el fundamento mayor para el pobre interés en esta elección está en que las funciones del Parlamento Andino se reducen, básicamente, a sugerir proyectos de normas de interés común para los miembros de la CAN y a promover la armonización de la legislación de los países miembros. Y si bien existe una vieja aspiración de que los parlamentarios andinos puedan legislar a nivel comunitario, lo cierto es que dicho sueño parece estar lejos de la realidad.
Urge, por tanto, que los países miembros de la CAN replanteen la figura del Parlamento Andino o su elección popular.
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