“Inside job”, de Charles Ferguson, ganó la categoría a mejor documental de los Premios Oscar. Narrado por el actor Matt Damon, revela el origen de la crisis que costó 700 mil millones de dólares. Y denuncia a los responsables del desastre financiero más grande de la historia.
Por María Isabel Gonzales
Diez millones de estadounidenses perdieron todos sus ahorros, sus trabajos y sus casas a raíz de la crisis financiera internacional desatada en setiembre de 2008. Este es el dato contundente con el que arranca el documental “Inside job”. Escrito y dirigido por Charles Ferguson, en 105 minutos le revela al mundo el fraude del sistema financiero norteamericano. La voz que hace de hilo conductor es la de Matt Damon que dejó de rodar una película para involucrarse en este proyecto. “Recuperarnos del desastre tuvo un gran costo. Pero los hombres e instituciones que causaron esta crisis siguen en el poder y eso debe cambiar”, demanda Ferguson en su documental. Al premiarlo con el Oscar, los miembros de la Academia hicieron su voz aún más fuerte.
Cómo empezó
En setiembre del 2008 Lehman Brothers, uno de los más grandes bancos de inversión, fue obligado por el gobierno a declararse en bancarrota. Le tomó la posta otro gigante de la banca, Merrill Lynch Citigroup, y para rematar la compañía más grande de seguros, AIG, también colapsó. Estas quiebras desataron un efecto dominó a escala global y el resultado fue la recesión más dramática que haya conocido la humanidad. Ferguson asegura que esta catástrofe pudo haberse evitado. Se remonta hasta la Gran Depresión (1929). De aquel desastre financiero quedó como lección la Ley Glass-Steagall, que impedía a los bancos utilizar fondos de cuentas de ahorro, pensiones y préstamos para inversiones riesgosas. Pero en 1981, aconsejado por lobbistas y economistas ligados a la banca, el presidente Ronald Reagan liberó de regulaciones a las instituciones financieras. Los ahorros de toda una vida podían perderse en un día, las pensiones para una vejez tranquila corrían el riesgo de hacerse humo y las tasas de los préstamos podían elevarse de la noche a la mañana. Ningún instrumento legal protegía los intereses de los norteamericanos frente a la codicia de la industria financiera.
Con el dinero de otros
El economista Alan Greenspan es una importante pieza de este rompecabezas. Fue nombrado por Reagan como presidente de la Reserva Federal y reasignado en el puesto por Bill Clinton y George W. Bush. Greenspan fue uno de los principales gestores de lo que vino en los años noventa. Las empresas tecnológicas necesitaban de productos financieros más complejos y se crearon los “derivados”. Mediante su uso los banqueros apostaban por el valor futuro de algún activo (por ejemplo el oro o el petróleo). Así se inició el sistema de especulación. El único dinero real y en riesgo era el de los clientes. Pero en estas operaciones las ganancias del banco quedaban resguardadas por un seguro firmado con la compañía AIG. Por el contrario, las del cliente solo recibían algún beneficio en el caso de que la operación fuera positiva. Ante cualquier intento de reglamentar estas operaciones, Greenspan se opuso tajantemente.
Cuando George W. Bush llegó a la presidencia en el 2001, el sistema estaba consolidado económica y políticamente. Nadie cuestionaba a Greenspan. Las grandes firmas: Goldman Sachs; Bear Stearns; Lehman Brothers; Merrill Lynch Citigroup sabían que ganaban millones a costa de la especulación. Entre 1998 y el 2008 incrementaron dichas operaciones de 30 a 600 mil millones de dólares al año.
Ambición sin límites
Los bancos necesitaban más capital y pedían préstamos para seguir creando “derivados”. Sabían del alto riesgo que implicaba, así que seguían contratando seguros de la compañía AIG. Si la operación fallaba ellos igual recibían un pago del seguro. El fraude venía cuando los bancos sabían que las operaciones fracasarían, pero no avisaban a los clientes; invertían y cobraban el seguro.
Cada vez necesitaban más dinero, y en el 2004, Henry Paulson, presidente de Goldman Sachs, presionó a la Comisión de Valores y Bolsa para que se permita a los bancos elevar los montos de sus préstamos. En el 2006, Bush nombró a Paulson secretario del Tesoro. Aunque este había renunciado a su puesto en Goldman Sachs, no dejó de cumplir el rol de defensor de los banqueros.
Cuando en marzo del 2008 el banco Bear Stearns se quedó sin efectivo y fue adquirido por JP Morgan Chase, la Reserva Federal respaldó la compra emitiendo una garantía de 30 mil millones de dólares. Dos días después, Lehman Brothers anunció pérdidas por 3,200 millones de dólares, y sus acciones se desplomaron. Para el 17 de setiembre, AIG ya estaba tomada por el gobierno.
Un día después, Paulson y Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, pidieron al Congreso 700 mil millones de dólares para rescatar a los bancos. Pero no contentos con la inyección de capital, lograron eliminar los impuestos a las ganancias de las entidades financieras. Cuando Barack Obama postulaba a la presidencia anunció nuevas reglas y fiscalización para Wall Street.
Nada de eso ha sucedido. Los causantes de la crisis siguen en sus puestos con el consentimiento de Obama.
Greenspan, el todopoderoso
Alan Greenspan, economista de la Universidad de Nueva York, fue presidente de la Reserva Federal de EEUU entre 1987 y 2006. Su carrera política empezó en 1968 cuando fue asesor del entonces candidato Richard Nixon. Aunque terminó por alejarse cuando Nixon inició su política de control de precios y salarios.
En 1985 fue contratado como consultor económico por Charles Keating, presidente del banco Lincoln Saving and Loans. Greenspan emitió un informe positivo. Allí señaló que los ahorros de Lincoln eran “una institución financieramente fuerte que no presenta ningún riesgo a los depositantes o al gobierno”. Pero sí lo había. Lincoln Saving and Loans usaba el dinero de los clientes para operaciones de alto riesgo y quebró. Keating fue condenado a 10 años de prisión y Greenspan quedó limpio.
Claves
• Estafa: En el 2001 Goldman Sachs era el grupo de inversión más grande de EEUU. En 2005 estafó a 80 mil pensionistas de Misisipi y en 2006 vendía bonos a sus clientes sabiendo que eran dinero perdido.
• Ganancias: Cuando Henry Paulson dejó la presidencia de Goldman se llevó 31 millones de dólares de liquidación. Mayor fue la suma que recibió Richard Fuld, presidente de Lehman Brothers (1994-2008) al retirarse del cargo: 485 millones de dólares.
• Vista gorda: Durante la crisis, Timothy Geithner, presidente del Banco de Nueva York, y Ben Bernanke, asesor de Bush, eran los encargados de frenar este tipo de operaciones especulativas. No lo hicieron. Los bancos gastan 5 mil millones de dólares en lobbies.
Por María Isabel Gonzales
Diez millones de estadounidenses perdieron todos sus ahorros, sus trabajos y sus casas a raíz de la crisis financiera internacional desatada en setiembre de 2008. Este es el dato contundente con el que arranca el documental “Inside job”. Escrito y dirigido por Charles Ferguson, en 105 minutos le revela al mundo el fraude del sistema financiero norteamericano. La voz que hace de hilo conductor es la de Matt Damon que dejó de rodar una película para involucrarse en este proyecto. “Recuperarnos del desastre tuvo un gran costo. Pero los hombres e instituciones que causaron esta crisis siguen en el poder y eso debe cambiar”, demanda Ferguson en su documental. Al premiarlo con el Oscar, los miembros de la Academia hicieron su voz aún más fuerte.
Cómo empezó
En setiembre del 2008 Lehman Brothers, uno de los más grandes bancos de inversión, fue obligado por el gobierno a declararse en bancarrota. Le tomó la posta otro gigante de la banca, Merrill Lynch Citigroup, y para rematar la compañía más grande de seguros, AIG, también colapsó. Estas quiebras desataron un efecto dominó a escala global y el resultado fue la recesión más dramática que haya conocido la humanidad. Ferguson asegura que esta catástrofe pudo haberse evitado. Se remonta hasta la Gran Depresión (1929). De aquel desastre financiero quedó como lección la Ley Glass-Steagall, que impedía a los bancos utilizar fondos de cuentas de ahorro, pensiones y préstamos para inversiones riesgosas. Pero en 1981, aconsejado por lobbistas y economistas ligados a la banca, el presidente Ronald Reagan liberó de regulaciones a las instituciones financieras. Los ahorros de toda una vida podían perderse en un día, las pensiones para una vejez tranquila corrían el riesgo de hacerse humo y las tasas de los préstamos podían elevarse de la noche a la mañana. Ningún instrumento legal protegía los intereses de los norteamericanos frente a la codicia de la industria financiera.
Con el dinero de otros
El economista Alan Greenspan es una importante pieza de este rompecabezas. Fue nombrado por Reagan como presidente de la Reserva Federal y reasignado en el puesto por Bill Clinton y George W. Bush. Greenspan fue uno de los principales gestores de lo que vino en los años noventa. Las empresas tecnológicas necesitaban de productos financieros más complejos y se crearon los “derivados”. Mediante su uso los banqueros apostaban por el valor futuro de algún activo (por ejemplo el oro o el petróleo). Así se inició el sistema de especulación. El único dinero real y en riesgo era el de los clientes. Pero en estas operaciones las ganancias del banco quedaban resguardadas por un seguro firmado con la compañía AIG. Por el contrario, las del cliente solo recibían algún beneficio en el caso de que la operación fuera positiva. Ante cualquier intento de reglamentar estas operaciones, Greenspan se opuso tajantemente.
Cuando George W. Bush llegó a la presidencia en el 2001, el sistema estaba consolidado económica y políticamente. Nadie cuestionaba a Greenspan. Las grandes firmas: Goldman Sachs; Bear Stearns; Lehman Brothers; Merrill Lynch Citigroup sabían que ganaban millones a costa de la especulación. Entre 1998 y el 2008 incrementaron dichas operaciones de 30 a 600 mil millones de dólares al año.
Ambición sin límites
Los bancos necesitaban más capital y pedían préstamos para seguir creando “derivados”. Sabían del alto riesgo que implicaba, así que seguían contratando seguros de la compañía AIG. Si la operación fallaba ellos igual recibían un pago del seguro. El fraude venía cuando los bancos sabían que las operaciones fracasarían, pero no avisaban a los clientes; invertían y cobraban el seguro.
Cada vez necesitaban más dinero, y en el 2004, Henry Paulson, presidente de Goldman Sachs, presionó a la Comisión de Valores y Bolsa para que se permita a los bancos elevar los montos de sus préstamos. En el 2006, Bush nombró a Paulson secretario del Tesoro. Aunque este había renunciado a su puesto en Goldman Sachs, no dejó de cumplir el rol de defensor de los banqueros.
Cuando en marzo del 2008 el banco Bear Stearns se quedó sin efectivo y fue adquirido por JP Morgan Chase, la Reserva Federal respaldó la compra emitiendo una garantía de 30 mil millones de dólares. Dos días después, Lehman Brothers anunció pérdidas por 3,200 millones de dólares, y sus acciones se desplomaron. Para el 17 de setiembre, AIG ya estaba tomada por el gobierno.
Un día después, Paulson y Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, pidieron al Congreso 700 mil millones de dólares para rescatar a los bancos. Pero no contentos con la inyección de capital, lograron eliminar los impuestos a las ganancias de las entidades financieras. Cuando Barack Obama postulaba a la presidencia anunció nuevas reglas y fiscalización para Wall Street.
Nada de eso ha sucedido. Los causantes de la crisis siguen en sus puestos con el consentimiento de Obama.
Greenspan, el todopoderoso
Alan Greenspan, economista de la Universidad de Nueva York, fue presidente de la Reserva Federal de EEUU entre 1987 y 2006. Su carrera política empezó en 1968 cuando fue asesor del entonces candidato Richard Nixon. Aunque terminó por alejarse cuando Nixon inició su política de control de precios y salarios.
En 1985 fue contratado como consultor económico por Charles Keating, presidente del banco Lincoln Saving and Loans. Greenspan emitió un informe positivo. Allí señaló que los ahorros de Lincoln eran “una institución financieramente fuerte que no presenta ningún riesgo a los depositantes o al gobierno”. Pero sí lo había. Lincoln Saving and Loans usaba el dinero de los clientes para operaciones de alto riesgo y quebró. Keating fue condenado a 10 años de prisión y Greenspan quedó limpio.
Claves
• Estafa: En el 2001 Goldman Sachs era el grupo de inversión más grande de EEUU. En 2005 estafó a 80 mil pensionistas de Misisipi y en 2006 vendía bonos a sus clientes sabiendo que eran dinero perdido.
• Ganancias: Cuando Henry Paulson dejó la presidencia de Goldman se llevó 31 millones de dólares de liquidación. Mayor fue la suma que recibió Richard Fuld, presidente de Lehman Brothers (1994-2008) al retirarse del cargo: 485 millones de dólares.
• Vista gorda: Durante la crisis, Timothy Geithner, presidente del Banco de Nueva York, y Ben Bernanke, asesor de Bush, eran los encargados de frenar este tipo de operaciones especulativas. No lo hicieron. Los bancos gastan 5 mil millones de dólares en lobbies.
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