Raúl Wiener
A comienzos del mes de diciembre de 2010, Jaime Bayly publicó en su página semanal en un diario local, el texto “La plata llega sola”, en la que se contaba las incidencias de una cena en su departamento de San Isidro, con el presidente de la República, frente a varios testigos, en el que hacía la siguiente revelación:
“Luego García dijo algo que me pareció gravísimo: que si el señor Humala gana las elecciones, él propiciará un golpe de Estado e impedirá, quebrantando la ley, que Ollanta Humala sea presidente. ‘Aunque me metan preso, Humala no será presidente’, se pavoneó García”.
Cuando escribió esto, Bayly había perdido el programa de televisión que conducía en Frecuencia Latina, por divergencias con el propietario del canal, Baruch Ivcher, y andaba en la mayor desorientación personal por la ruptura con sus hijas y su exesposa. Fue en ese momento en que decidió dispararle a García, a quien seguramente apreciaba como el verdadero responsable de su despedida televisiva. Alan le contestó de manera burlona preguntando si alguien creía que podía ser golpista, y el escritor afirmó que jamás mentiría en asuntos de esta gravedad.
Pasó el tiempo y Bayly desapareció de la política hasta el día en que supo los resultados de LA PRIMERA vuelta y el pronunciamiento de Mario Vargas Llosa. Ahí mismo el autor de “No se lo digas a nadie”, decidió decirle a todo el mundo que entre Alberto Fujimori y su hija no había nada en común porque la gordita siempre fue demasiado chica cuando se asaltaba el Estado y secuestraban a su madre, y porque ella afirma que valientemente le advirtió a su padre que Montesinos era peligroso. Punto. En cambio Ollanta Humala era golpista, reeleccionista, amenazaba a la prensa, militarista, etc., es decir tenía todos los defectos que vimos en los 90, durante lo que Keiko denomina el “mejor gobierno de nuestra historia”.
Pero ahí no acabó el enojo de Jaime contra el señor Humala. Apenas le ofrecieron ser parte de un plan de demolición, abusando de la credibilidad pública que aún le queda, para calumniar sin asco al candidato que le eriza los pelos porque lo imagina vinculado a la gran pesadilla de muchos residentes de Miami (no se olvide que escribió con todas sus letras que sería capaz de participar en un magnicidio contra Chávez), aceptó poner una tarifa y lanzarse a leer un guión de esos que se preparaban en el Servicio de Inteligencia.
Bayly ha mostrado que al igual que García es posible quebrantar la ley y la ética más elemental de respeto a los lectores al endilgar los actos y opiniones de Antauro a su hermano, a sabiendas de las distancias que los separan. Si para imponer a una candidata y cumplir un contrato se puede mentir sin recato desde un set de televisión, ¿de qué sorprenderse que desde Palacio de Gobierno se organice un golpe para los mismos fines?
Más aún García dice que se las jugaría aunque lo metan preso, y el exfrancotirador convertido en francoestafador se niega a venir al Perú para cumplir con su parte en la tarea de impedir que Humala sea presidente. De alguna manera se convierte en el primer gusano peruano, adelantado a la posible victoria de Gana Perú, con todas las agravantes: doble nacionalidad, residencia en el exterior, conspiración para actuar en el país de origen, etc. Y todo esto para decir que un periódico “Ollanta”, tenía que ser expresión del pensamiento del candidato que por entonces era agregado militar y cuyo hermano tenía una organización y un discurso diferente al nacionalismo, y por el cual ha puesto la cara y asumido la dura sanción de una larga carcelería. El mismo que separa padre e hija (que fue primera dama y figuró en numerosas decisiones de gobierno), amalgama hermanos que tomaron distintas vías políticas para sus vidas.
Cuando escribió esto, Bayly había perdido el programa de televisión que conducía en Frecuencia Latina, por divergencias con el propietario del canal, Baruch Ivcher, y andaba en la mayor desorientación personal por la ruptura con sus hijas y su exesposa. Fue en ese momento en que decidió dispararle a García, a quien seguramente apreciaba como el verdadero responsable de su despedida televisiva. Alan le contestó de manera burlona preguntando si alguien creía que podía ser golpista, y el escritor afirmó que jamás mentiría en asuntos de esta gravedad.
Pasó el tiempo y Bayly desapareció de la política hasta el día en que supo los resultados de LA PRIMERA vuelta y el pronunciamiento de Mario Vargas Llosa. Ahí mismo el autor de “No se lo digas a nadie”, decidió decirle a todo el mundo que entre Alberto Fujimori y su hija no había nada en común porque la gordita siempre fue demasiado chica cuando se asaltaba el Estado y secuestraban a su madre, y porque ella afirma que valientemente le advirtió a su padre que Montesinos era peligroso. Punto. En cambio Ollanta Humala era golpista, reeleccionista, amenazaba a la prensa, militarista, etc., es decir tenía todos los defectos que vimos en los 90, durante lo que Keiko denomina el “mejor gobierno de nuestra historia”.
Pero ahí no acabó el enojo de Jaime contra el señor Humala. Apenas le ofrecieron ser parte de un plan de demolición, abusando de la credibilidad pública que aún le queda, para calumniar sin asco al candidato que le eriza los pelos porque lo imagina vinculado a la gran pesadilla de muchos residentes de Miami (no se olvide que escribió con todas sus letras que sería capaz de participar en un magnicidio contra Chávez), aceptó poner una tarifa y lanzarse a leer un guión de esos que se preparaban en el Servicio de Inteligencia.
Bayly ha mostrado que al igual que García es posible quebrantar la ley y la ética más elemental de respeto a los lectores al endilgar los actos y opiniones de Antauro a su hermano, a sabiendas de las distancias que los separan. Si para imponer a una candidata y cumplir un contrato se puede mentir sin recato desde un set de televisión, ¿de qué sorprenderse que desde Palacio de Gobierno se organice un golpe para los mismos fines?
Más aún García dice que se las jugaría aunque lo metan preso, y el exfrancotirador convertido en francoestafador se niega a venir al Perú para cumplir con su parte en la tarea de impedir que Humala sea presidente. De alguna manera se convierte en el primer gusano peruano, adelantado a la posible victoria de Gana Perú, con todas las agravantes: doble nacionalidad, residencia en el exterior, conspiración para actuar en el país de origen, etc. Y todo esto para decir que un periódico “Ollanta”, tenía que ser expresión del pensamiento del candidato que por entonces era agregado militar y cuyo hermano tenía una organización y un discurso diferente al nacionalismo, y por el cual ha puesto la cara y asumido la dura sanción de una larga carcelería. El mismo que separa padre e hija (que fue primera dama y figuró en numerosas decisiones de gobierno), amalgama hermanos que tomaron distintas vías políticas para sus vidas.
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