Sinesio López Jiménez
Las últimas encuestas sugieren algunos cambios fundamentales en la lógica y en la dinámica del escenario electoral. El primero es que el candidato que García y la ultraderecha creían haber liquidado goza de buena salud. Hoy ya no se discute si Ollanta pasará a la segunda vuelta. Eso es casi seguro, dada la velocidad de su crecimiento: 6 puntos (en 20 días) que lo colocan en el segundo lugar (DATUM). El problema actual es con cuál de los candidatos de la derecha va a pasar. El segundo es el crecimiento acelerado de PPK (5 puntos según DATUM) en Lima sobre todo y en algunas ciudades de la costa. El tercero es la caída de Toledo en más de 8 puntos, quien, sin embargo, sigue encabezando la lid electoral. El cuarto es la salida de Castañeda del juego grande: se va con el premio consuelo de ganador de todos en la segunda vuelta. El quinto es la polarización electoral creciente entre Ollanta y PPK que tensa la dinámica electoral hacia los polos (izquierda nacional abierta al mundo global y derecha empresarial transnacional) y debilita a la centro-derecha (Toledo) y al fujimorismo.
Si se echa un vistazo a todo el período electoral se puede distinguir tres momentos precisos en los que se produce un desplazamiento rápido de escenarios. El primero es el escenario de la ultraderecha y de García (enero-setiembre del 2010) en el que los favoritos eran Castañeda y Keiko Fujimori y los principales enemigos eran Toledo y Ollanta a los que se pretendía sacar del juego grande. El segundo es el escenario de la derecha (Octubre del 2010-Febrero del 2011) en el que Toledo entra a la cancha, coloca la agenda política y se pone a la cabeza de la disputa electoral. La ultraderecha y García se desesperan y apuestan a Castañeda como su candidato favorito para pasar a la segunda vuelta justamente cuando el ex-alcalde limeño acelera su deslizamiento por el tobogán electoral. El tercer momento es el de la polarización electoral (marzo al 10 de abril del 2011) en el que se confrontan Ollanta (la izquierda nacional abierta al mundo) y PPK (la derecha empresarial transnacional). La vacuidad política y la falta de credibilidad de la centro-derecha y de los candidatos de la ultraderecha han inducido a la polarización electoral. La centro-derecha (Toledo) se debilita y el fujimorismo sigue estancado, mientras la polarización se acelera y pasa por encima de ellos haciendo discurrir la dinámica electoral por los polos.
El grado de debilitamiento de la centro-derecha y del fujimorismo depende del nivel al que llegue la polarización nacional. A más polarización nacional entre Ollanta y PPK mayor debilitamiento del Toledo y de Fujimori. Los fujimoristas sostienen que ellos tienen un voto duro que les permite pasar a la segunda vuelta. ¿Voto duro? Este se presenta cuando los electores se encuadran en partidos institucionalizados o en organizaciones clientelares activas. El fujimorismo no es ni uno ni otro. Keiko Fujimori es sólo el amoroso recuerdo del clientelismo de su padre, al que quiere sacar de la prisión. Además de los rasgos ya señalados, la polarización política y electoral se caracteriza por otras dos cosas: los tiempos políticos y sociales adquieren una inusitada velocidad y “todo lo sólido se desvanece en el aire” (Marx dixit).
¿Podrá Toledo frenar su caída, retomar la iniciativa política y amainar la polarización electoral?. Esa es una tarea de titanes, difícil, pero no imposible, y requiere más tiempo cronológico y político del que dispone. Mi hipótesis es que la polarización se va a acelerar y la pugna central el 10 de abril será entre Ollanta y PPK. La polarización electoral está abriendo un amplio cauce a un conjunto de polarizaciones que estaban contenidas (social, política, económica, regional, cultural) y ella misma se potencia con esa apertura. El Perú real muestra sus rostros en el proceso electoral. Ha llegado la hora de decidir. Espero que la demografía se traduzca en democracia.
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